domingo, 16 de enero de 2011

16 de enero: Hay cosas que no cambian

Me levanté tipo 9 y pico, no estuvo mal.

Lo que si no estuvo tan bueno es que venga Santiago con Lucía. Y la vieja haya comprado para hacer un asado para todos, porque hace tiempo no se ve un asado. Y él no me hable. Y yo me acuerde de mi trauma de ignorada. Y arme mi bolso y me vaya. Y el me insulte hasta el hartazgo. Y yo me vaya llorando.
Y camine llorando todo el trecho hasta la estación de tren. Con la mochila. Con el bolso. Con la cartera. Con toda la angustia. Con el poco orgullo que me produce esa cuestión que me hace irme de las peleas. No quiero pelear. No quiero. No quiero que me griten más. No quiero más basureo.

La lección que tengo que aprender en esta vida es que no soy menos que nadie. Que no me tienen que pisar, porque no hay derecho.
Es la primera vida que no soy esclava. Por algo se me permitió hacer regresiones. Se a qué vengo.

No quiero más gritos. No quiero más humillación.

Y me fui. Y lloré todo el tren. Y me escondí en la estación mientras lo esperaba por ese miedo a que venga, y me grite en público, y me agarre del brazo y me quiera llevar.

Le tengo miedo a Santiago. Le tengo miedo a mi propio hermano menor.

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